De buena mañana vino un tipo, con un coche particular, que era el que nos iba a llevar a las cuevas. Subimos una chica austriaca y nosotros. El coche tenía algún que otro fallo eléctrico: los seguros de las puertas se subían y bajaban continuamente con su «click-clack» correspondiente; además se oía el testigo de las luces de emergencia durante todo el trayecto de sólo una hora y media.
Una vez en Niah, nos registramos en la entrada del parque y nos fuimos caminando por unas pasarelas hasta la entrada de las cuevas.
Por el camino vemos mucha vegetación, varios insectos extraños y aves de colores. A estas últimas no las pudimos fotografiar porque no se pararon para posar, jeje.
La Gran Cueva, que es la primera del camino, es enorme. La entrada mide 250m de ancho y tiene 60m de altura máxima. Se ven muchas estalactitas/estalagmitas, murciélagos y pértigas de bambú que utilizan los lugareños para recoger los nidos de vencejos (los utilizan para hacer sopa de nido de pájaro).
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