Nos despertamos bien tempranito para acompañar en sus rezos a los monjes del templo Ekoin (donde hemos dormido).
Estamos varios extranjeros, algunos japonese y nosotros. Nos llevan a la sala principal del templo y nos sentamos en el tatami para observarlos.
Ooooohhhhmmm…
Hay dos monjes arrodillados, uno frente a otro, cada uno con su libro de rezos y lo van leyendo como cantando. Uno de ellos coge un par de platillos y los toca treinta veces, tanto al principio como al final de los rezos (a ver si Alfredo nos ilustra en su significado).
Después nos han llevdo a otro templo más pequeño. En el centro, uno de los dos monjes ha quemado un montón de maderitas, haciendo una especie de hoguera. Siguen con los cantos y al finalizar nos hacen ir pasando para que nos echemos el humo que ha quedado hacia nosotros (Alfredo, requerimos tus conocimientos budistas una vez más).
Como ayer por la noche no pudimos hacer muchas fotos al cementerio Oku-no-in, porque estaba muy oscuro, aprovechamos antes de irnos a Kyoto para dar una vuelta entre las tumbas de los ancestros.
Entrada del Templo Ekoin.
Dos figuritas del cementerio Oku-no-in.
Tumbas del cementerio Oku-no-in.
Con paraguas por el cementerio Oku-no-in.
Otro viajecito con varios cambios de trenes y llegamos a Kyoto.
Dejamos las cosas en un nuevo ryokan y nos vamos a pasear por el barrio de Gion (zona de restaurantes, casas de té tradicionales y locales nocturnos, donde, si tienes suerte, puedes cruzarte con alguna geisha).
Cerca está Yasaka-jinja, que es un santuario que iluminan por la noche. Unas fotitos y volvemos a Gion.
Deambulando por las calles empedradas, hemos tenido suerte y hemos visto unas geisas!!! (o maikos, que es la aprendiz de geisha).
Torre Kyoto.
Entrada al santuario Yakasa-jinja.
Tirando de la cuerdecita en el santuario Yakasa-jinja.
Al fin! Dos geishas en la zona de Gion en Kyoto.
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